Los tonos arena, a los que les añade frescura.
Neutros como el gris, a los que "levanta".
Toques de rojo o naranja.
Maderas pintadas o decoloradas.
Tejidos esponjosos.
Accesorios translúcidos.
Mucha luz natural.
Mucha textura.
Maderas de color intenso, como el roble o el wengue.
Toques de azul marino.
El chocolate.
Demasiados tonos crema y amarillos.
Demasiado negro.
Una luz natural insuficiente.
Los niños y las mascotas.
La contaminación de la ciudad.
Que los den por hechos (utilizarlos no garantiza el éxito de la decoración).
Demasiados metales plateados, como el aluminio o el acero inoxidable.
Las habitaciones oscuras.
Espacios que dependen de la luz artificial.
El exceso de rojos fuertes, violetas o anaranjados.
El blanco.
La madera oscura
Los linos naturales.
Los metales.
Un toque de verde, violeta o rojo.
El marcado contraste con el blanco.
Los linos naturales con tonos amarillentos.
Metales como el bronce.
Los detalles de color tierra.
Nada con amarillo.
Las maderas de aspecto dorado.
Accesorios con insinuaciones de amarillo.
El beige.
El rosado.
Metales como el acero y el aluminio.
Maderas de tonos rosados, como la del cerezo.
Accesorios de colores chillones.
Demasiado negro.